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Viajar con mis hijos me esta enseñando lecciones muy importantes que modifican constantemente mi manera de viajar y de preparar los viajes. Es más, cuando tengo un viaje organizado lo vuelvo a replantear y me pongo en su lugar para intentar crear una experiencia enriquecedora. A todo esto, lo intento compaginar con la función de padre. Que, quizás, es a veces lo más complicado. Las normas, los ritmos, los hábitos,.. tienen que integrarse en zonas que carecen de confort para ellos. Pero sabes que la experiencia me ha llevado a una conclusión sobre la diferente manera de lo que vemos en los viajes y es que: los padres somos de nunca jamás y los niños de zootropolis.
Nos dirigíamos hacia Kunming en tren. Kunming es una mega ciudad que personalmente creo que esta destinada a ser la capital oeste de China. Con una proyección brutal, es la puerta a una de las regiones más bellas de China. Acabábamos de prepararnos unos bols de comida preparada cuando por la ventana empezaba a asomarse la silueta de este moderno lugar. De repente, Gemma se gira y me pide el Ipad aceleradísima y me dice:
«papá, papá, ponme zootropolis, corre..«.
Le hago caso y ella misma se pone sobre la secuencia en la que la agente Hopps llega a la la gran ciudad mientras suena la banda sonora protagonizada por Shakira. De repente, la pequeña y optimista conejita astuta llegaba a un lugar que siempre había soñado. Un lugar en el que conviven elefantes gigantes junto a pequeñas musarañas. Un lugar donde puedes ser lo que tu quieras.
En este último viaje, nos hemos pasado dos meses juntos las 24 horas del día. Y de repente sin quererlo lo ves. Sin darme cuenta mis hijos van enseñándote más su manera de ver la vida. Y de repente entiendes la verdadera esencia de Nunca Jamás. Y entiendes, que la historia reside no en el lugar sino en los protagonistas.
Para los que no somos tan niños, el país de Nunca Jamás es un lugar para correr aventuras, donde el tiempo se detiene y todo vale. Sin normas, sin obligaciones y sin padres. Sin tener que dar explicaciones. Un lugar en el que conviven indios, piratas y sirenas. Como el mundo vamos. Un lugar con culturas diferentes en el que debemos aprender a vivir.
Con personajes únicos pero con un significado más real del que hayas podido imaginarte. Como Campanilla, una genial amiga que comparte su polvo de hadas permitiéndote volar y experimentar. O Wendy, que desata la imaginación con historias de aventuras y emoción a sus hermanos acostumbrados desde pequeños a normas y disciplina. Pero que adapta la imaginación a las normas y en verdad, requiere de un Peter Pan para poder volar.
Sin embargo, este lugar esconde personajes con un significado más oscuro. Y es ahora, con el paso del tiempo, que entiendo la figura de Garfio como un rival. Un contrincante que busca capturar a Peter, porque verlo es asumir que esta envejeciendo. Y que, cuando pierde, es perseguido por un cocodrilo que emite su característico «TIC TAC» recordándonos que el tiempo no se detiene. Esto nos obliga a vivir acelerados como no existiese un mañana. Y que en cierta parte ser consciente que el tiempo no se detiene, nos obliga a crecer.
Y es aquí donde me di cuenta de algo. Se me había olvidado Peter Pan. Un niño que no quería crecer, cuya virtud más grande es recordarnos al niño que llevamos dentro y disfrutar del presente olvidando por un momento las normas, los deberes y las obligaciones.
Pese a que lo llamemos Nunca Jamás o Zootropolis lo más increíble que te puede pasar con tus hijos es vivir el presente.
Por si no has visto Zootropolis, la conejita Hopps llega a ser quien siempre ha soñado ser. Y , por si no lo recordabas, Wendy decide abandonar Nunca Jamás y crecer.
Por lo que más da que personaje quieras ser, crecer es inevitable.
Y no tener tiempo para el presente no puede recuperarse.
Y como cada día a esta hora,…lo mejor esta por llegar. Le dijo Peter Pan a Campanilla